Sus orígenes provienen de la antigua China y además existen relatos de algunos antiguos filósofos como Platón y Sócrates, quiénes en sus días de meditación buscaban en el rocío que estaba sobre el pétalo de las flores, alivio para los estados emocionales en desequilibrio.
Se comienza a recorrer los campos estudiando las plantas, convencidos de que la acción curativa se encontraba en la energía que poseían los pétalos de algunas flores silvestres (no venenosas)
Se utilizan tanto para enfermedades físicas y psicosomáticas como para trastornos psicológicos o emocionales, funcionan empujando al organismo hacia la autocuración, estimulando sus propias defensas. Las primeras, son producto del estado de estrés y desequilibrio emocional que persiste a través del tiempo, lo cuál va debilitando el organismo y el sistema inmunitario, por lo tanto disminuye capacidad de defenderse ante agentes patógenos. Estas respuestas fisiológicas, a la larga pueden dar lugar a síntomas físicos o alteraciones que conforman la base de todo tipo de enfermedades. La aplicación de las esencias florales en el tratamiento de una determinada enfermedad, se basa en características de personalidad y estados emocionales negativos que está sintiendo el paciente, tales como, miedo, temores, irritabilidad, depresión, ansiedad, apatía, agresividad, odio, tristeza, agotamiento, cansancio, desanimo, desmotivación, desorientación, miedo a dormir solo, control de esfínteres, flojera, dificultades de aprendizaje, crisis, angustia, celos, impaciencia, inseguridad, etc. Son fundamentales para seleccionar el medicamento más apropiado. Cuando una persona vuelve a estar emocionalmente equilibrada, el cuerpo es capaz de afrontar la enfermedad por sí solo y sanar.